"Darwin de joven" |
No sería desproporcionado sugerir que Darwin fue uno de los ciéntificos más dedicados que ha conocido la historia. Desde muy pequeño se advertía en él una vocación en el estudio de la naturaleza y obtenía una especial satisfacción en el descubrimiento de las distintas clases de pájaros e insectos que surcaban su jardín. Desde entonces, y para decepción de su padre, quien vanamente intentó orientarlo hacia la medicina o incluso el sacerdocio, el joven y curioso Darwin comenzaría a estudiar las ciencias naturales y entablaría relaciones con biólogos y geólogos, alcanzando así la cúpula de la comunidad científica inglesa.
Los orígenes de la teoría de la evolución se remotan a su viaje a bordo del Beagle, durante el cual un Darwin de 22 años se sumiría en la observación de las diferentes especies que encontraba durante sus escalas. Un ejemplo clásico de los detalles que le llevarían a sospechar un proceso de evolución es el caso de los pinzones. Estos pájaros propios de las islas Galápagos tenían diferentes características según su procedencia, es decir, que mientras que los pinzones de una isla mostraban ciertas cualidades, en los pinzones de otra isla aparecían diversas diferencias (por ejemplo, en el pico, fruto de una alimentación distinta).
Sin embargo, estas no fueron, ni mucho menos, los únicos estudios que Darwin llevó a cabo en esos 5 años de travesía; el científico recolectó una gran cantidad de fósiles y ejemplares, por no hablar de sus estudios en relación a la geología, que resultaron bastante importantes y famosos en su tierra natal.
Más tarde, ya en Inglaterra, en medio de una vorágine de más ensayos y de achaques de salud, la idea revolucionaria de la evolución iba cobrando fuerza en su mente. Sin embargo, consciente de que el creacionismo era una creencia dominante en la sociedad, e incluso en su mujer (que tenía unas fuertes convicciones religiosas) se reservó sus descubrimientos, dedicándose a un estudio más profundo de los mismos. No sería hasta que el biólogo Alfred Wallace publica un artículo sobre las especies cuando su amigo Lyell (un reputado geólogo) le anima a dar a conocer sus descubrimientos al detectar semejanzas entre lo expuesto por Wallace y las teorías evolutivas de Darwin. Es así como publica su obra más importante: El origen de las especies, un resumen de todos sus conocimientos sobre la evolución y la selección natural.
Es interesante destacar como un hombre religioso como lo era Darwin se enfrentó a lo que se le ofrecía como un desengaño del antropocentrismo teólogico del hombre. Éste era, al igual que cualquier animal, consecuencia de la evolución. La iglesia, de hecho, se opondría tajantemente a la teoría por rebajar de forma insultante al hombre, que era una creación divina. Este sería, en general el pensamiento inicial del total de la sociedad, y Darwin fue objeto de sucesivas burlas y caricaturas de lo más variadas. También aparecieron críticas ciéntificas: Una de ellas era que la edad hasta entonces conocida de la Tierra, averiguada por el físico lord Kelvin (entre 24 y 100 millones de años, cuando la real se acerca más a los 4440 millones de años), no sería suficiente para que se produjera una evolución y separación tan espectacular de los organismos vivos. Otro reparo que presentarían los científicos se debía a la imposibilidad de que la herencia por mezcla, la teoría más aceptda por aquel entonces que explicaba la herencia de diferentes caracteres en la descendencia, pudiera dar lugar a la evolución, ya que tendía a la conservación de los mismos. Es irónico pensar que un poco más lejos, en Austria, un monje agustino llamado Gregor Mendel había descubierto las reales bases de la herencia tras largos años de estudio, que, redescubiertas en el año 1900 supondrían la confirmación de la evolución, dando lugar al neodarwinismo y a todo un nuevo paradigma, el actual, donde encontramos todo tipo de explicaciones a numerosos problemas en la genética y la evolución.
Julian Huxley "el bulldog de Darwin" |
A pesar de todo (volviendo al siglo XIX), la teoría de la evolución sí que contaba con numerosos defensores, además del propio Darwin. Entre ellos estaban Lyell, Asa Gray (un reputado botánico estadounidense), Hooker y Huxley (apodado el bulldog de Darwin por su acérrima defensa de la teoría). En aquella época, toda la comunidad científica se hallaba sumida en numerosos y polémicos debates a favor y en contra. Uno de los más famosos ocurrió en 1860, en Oxford, durante una reuníón de la Asociación Británica de la Ciencia, donde intervinieron Hooker y Huxley. Por otra parte, Richard Owen, un firme detractor de la evolución, mantuvo con este último un intenso debate sobre las similitudes y diferencias entre los cerebros de humanos y primates, que habría de durar años. Hubo incluso partidarios de Darwin en el sector religioso (aunque fueron mucho, mucho más raros). Entre ellos se encontraba el teólogo liberal Charles Kingsley, quien afirmaba que la evolucíón reflejaba la perfección en la creación de Dios (ya que ésta se automejoraba), mientras que consideraba cualquier milagro como una negación a su existencia.
Así, poco a poco y con el paso del tiempo, la idea de Darwin fue calando en la sociedad de científicos (por supuesto, sólo en una parte), de modo que en el momento de su muerte se le consieraba una eminencia, por lo que, gracias a la insistencia de sus amistades y a la intervención de la Royal Society, fue enterrado en la abadía de Westminster durante un funeral de estado.
Así pues, Darwin se convirtió en un ejemplo perfecto de la investigador científico, pues expuso sus conclusiones enfrentándose tanto a sus propias ideas religiosas como a los prejuícios de la sociedad de su época, todo con la finalidad de que el ser humano se acercara un poco más a la verdad en su antiguo y accidentado esfuerzo por conocer qué es y cómo se organiza este mundo en el que vivimos.
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